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01 February 2022

La manifestación más grande del mundo convocada por camioneros llegó hasta la capital de Canadá para instar al primer ministro de la nación, Justin Trudeau, a poner fin a las restricciones contra el coronavirus, en particular el pase sanitario.

«Soy un camionero vacunado y estoy aquí por mis compañeros que no lo están. Está mal forzar un tratamiento médico a alguien contra su voluntad», exclamó uno de los primeros entrevistados por la prensa internacional.

 
 
 

“Es libertad o esclavitud”, dijo Susan, una jubilada que seguía al convoy que llegó hasta la residencia de Trudeau.

 

Y es que su gobierno dio la orden de impedir el acceso a Canadá a sus propios compatriotas, si estos no presentaban el carnet de vacunación al llegar a la frontera desde Estados Unidos.

Ante las decenas de miles de manifestantes, el primer ministro de Canadá se escondió cuando un enorme convoy de vehículos descendió sobre Ottawa para protestar contra los mandatos de vacunación, obstruyendo las carreteras de la capital.

La Canadian Broadcasting Corporation informó que Justin Trudeau y su familia habían sido trasladados a un lugar seguro en la ciudad.

El primer ministro se vio presionado a refugiarse ante el desmoronamiento de su discurso. Trudeau intentó minimizar la manifestación de los camioneros, alegando que se trataba de un grupo marginal e incluso que era protagonizado por la «extrema derecha» y «supremacistas raciales».

Pero la realidad es que entre los manifestante había migrantes, sobre todo de la etnia sikh, original de la India, que le reprochaban a Trudeau que no se vacunaron por voluntad, mucho menos por temor al coronavirus, sino por la fuerza. Dado que las restricciones emitidas por Trudeau impide a los inmigrantes visitar a sus familias.

De igual manera, diversos indígenas de Canadá lideraron manifestaciones con el sonido de los tambores. Muchas mujeres indígenas protestaron entre lágrimas, puesto que las restricciones han dividido a las familias, ya que las restricciones impiden el libre acceso. Una incluso reprochó que les negaban acceso a los hospitales públicos, ya que no estaban vacunados.

Los tambores tradicionales, junto a los cantos indígenas, guiaron a los manifestantes en un mensaje de unidad.

 

 

Por eso las protestas continúan. Entre los asistentes estuvo Ana Rizo, quien escapó del régimen socialista que continúa en el poder luego de décadas en Venezuela. Mediante un cartel expresó: «Venezuela sabe lo que pasa cuando tú cedes ante el gobierno».

 

Asimismo tenía adhesivos con mensajes como: «Marx no es mi vibra». Además, mediante un juego de palabras que hacía alusión al «distanciamiento social» tan presente durante la pandemia, distanciándonos del socialismo y finalmente «vive y deja vivir»; la antítesis del gobierno de Trudeau que ha restringido las libertades civiles de los residentes y ciudadanos de Canadá.

 

El respaldo de Trudeau a regímenes socialistas e incluso las acusaciones que en verdad es hijo natural de Fidel Castro, lograron que haya carteles que escriben su nombre como «Justin Castreau».

Quienes protestaron en su contra lo hicieron no por su color de piel (como acusan Trudeau y los medios masivos) sino por amor a su bandera, entre ellos la parlamentaria conservadora Leslyn Lewis:

«La gente cree que el Gobierno se ha excedido en sus funciones con las restricciones y obligaciones (de la vacuna). El pueblo le da al gobierno el poder para actuar de acuerdo a sus creencias. El gobierno no tiene poder independiente. Nosotros le damos el poder. Y si dan un paso más allá, la gente tiene derecho a expresar su opinión. Lo que hemos visto en el último año, con la demonización de la gente, poner e unos contra otros, el odio que se ha emanado desde los niveles más altos, es totalmente inaceptable. La gente está harta. Yo apoyo cualquier acto pacífico. Lo único que he visto aquí es canadieneses amorosos que respetan la ley y alzan su voz.»

 

La parlamentaria dejó en claro que el tema no es la vacuna en sí sino el abuso de poder por parte del Gobierno y la imposición. Ella cree que quienes se queiren vacunar tienen derecho a hacerlo pero de forma informada, no por la fuerza.

Dio la entrevista entera sin cubrirse la boca, tampoco el entrevistador. El uso obligatorio también fue cuestionado y se puede observar que ya ni siquiera los empleados solicitaban su uso, a pesar de las restricciones.

 

El mensaje trascendió del fin de las restricciones y los mandatos al fin hacia el fin del Gobierno de Trudeau. Y la huida de Trudeau y su familia muestra que su temor es real. Aunque intentaron retratar a los manifestantes como una amenaza de seguridad, demostraron solo ser un peligro para el poder establecido.

Pues no son solo un grupo marginal como alegaba el primer ministro, son millones, solo en la capital un millón y medio.

 

Literalmente hay portales internacionales donde señalan que Trudeau se refugió luego que la «pequeña minoría» que él menospreció, resultó ser una magnitud.

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