Has no content to show!
19 December 2020

Vivimos tiempos decisivos que marcarán el futuro de Estados Unidos y del mundo. Nuestra nación se encuentra en una encrucijada importante. O bien la constitución importa y hay que seguirla, aunque algunos funcionarios la consideren inconveniente o desactualizada, o simplemente es un pergamino histórico que se exhibe en el Archivo Nacional.

Esta semana, el Colegio Electoral tiene un desafío con los resultados de las elecciones, dado el enorme fraude que los demócratas han cometido (algo probado y demostrado). La votación del Colegio Electoral no debería cimentar un resultado potencialmente ilegítimo en medio de la tormenta legal y legislativa que tenemos planteada, una tormenta que ha sido provocada por los propios estados demandados en virtud de sus propias acciones inconstitucionales. Para salvaguardar la legitimidad pública y del proceso electoral en este momento crítico y restaurar la confianza ciudadana en las elecciones presidenciales, el Colegio Electoral no debería certificar las elecciones y permitir que se completen las investigaciones en curso y se resuelvan las demandas ante los tribunales, incluidas las que podrían llegar de nuevo al Tribunal Supremo. O bien dejar la responsabilidad de la elección en la Cámara de Representantes mediante una elección contingente.

Además del fraude y los votos ilegales en los estados en disputa, hay que tener en cuenta que los gobiernos estatales no son libres de ignorar la constitución en tiempos de crisis. Tampoco durante una pandemia. Y los estados donde se ha cometido fraude, sí lo hicieron y aprobaron leyes electorales de forma irregular. De ello podemos concluir que tenemos ante nosotros acusaciones muy graves contra los estados en disputa que no permiten aceptar sus resultados: 1. Cambios inconstitucionales de las leyes electorales 2. Trato desigual de los votantes dentro de cada estado 3. Irregularidades en la votación «compatibles con la relajación inconstitucional de la integridad y las protecciones del voto» (fraude). Todo ello excluye saber quién ganó legítimamente las elecciones de 2020, aunque es evidente que Trump iba ganando de forma muy clara hasta que se produjo el gran pucherazo con los votos ilegales para Biden.

Si no detenemos el fraude electoral demócrata, habremos herido la democracia estadounidense de forma muy grave, amenazando con empañar todas las elecciones futuras y la pérdida de la confianza de los ciudadanos en el proceso electoral. Todavía quedan caminos hacia la victoria para Trump y el presidente está luchando para hacer justicia. Es pronto para saber si tendrá éxito o si el Estado Profundo, el establishment, el Partido Comunista chino, los medios, la prensa y las grandes empresas tecnológicas logran su objetivo y ponen a Biden en la Casa Blanca. Ganar las elecciones, no, porque no las ha ganado. Si llegara ese el caso, podríamos aplicar aquel apodo que la gente acuñó para Rutherford Hayes cuando robó la presidencia en 1876: Su Fraudulencia. Es un buen y acertado titulo para Biden, el corrupto ladrón de elecciones.

(James Nava)

We use cookies to improve our website. Cookies used for the essential operation of this site have already been set. For more information visit our Cookie policy. I accept cookies from this site. Agree