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05 March 2024

Rui Costa Pimenta afirmó que el terrorismo “es un método de lucha, no es un crimen, no es una maldición del infierno”. Dice que hay una campaña imperialista contra la lucha popular y, por tanto, criminaliza la lucha de todo tipo de movimientos armados. Este tipo, que es presidente de uno de los movimientos más radicales de la izquierda brasileña, es, obviamente, uno de los defensores de la narcodictadura venezolana.

En Venezuela, la dictadura tortura y mata a jóvenes, tildándolos de terroristas por el simple hecho de que salen a las calles a protestar contra la opresión. Pero no veremos al presidente del PCO hablando de esto, sino diciendo que son campañas de propaganda contra Nicolás Maduro, de quien Lula dice, por cierto, que es un ángel.

Los movimientos revolucionarios de izquierda se basan en esta forma de pensar: hay que sojuzgar al otro en nombre de la revolución. Y si el otro resiste y se opone, entonces hay que eliminarlo con violencia. La violencia contra el agente contrarrevolucionario puede ser de cualquier forma, porque para él no hay límites y todo quedará justificado en el tribunal de la historia. No existen derechos humanos, leyes, normas, moral, empatía, tolerancia, comprensión o consideración por los demás.

En este sentido, para los revolucionarios venezolanos es válido someter al líder de un grupo de estudiantes persiguiendo y coaccionando a los familiares de los integrantes de ese grupo; es válido enviar a la cárcel a una jueza por haber emitido un veredicto que no le gustó a Chávez y luego violarla y abusar de ella para mostrarle a los demás jueces del país lo que les espera; es válido que el chavismo asesine al policía Óscar Pérez con otras 6 personas, una de ellas una mujer embarazada que fue asesinada a sangre fría de un tiro en la cabeza; es válido torturar a jóvenes en las cárceles con electricidad en sus genitales hasta destruirlos o atarles las manos y meterlos en una habitación llena de cucarachas, a oscuras, durante horas.

Para Rui Costa Pimenta todo esto es válido y, si no lo es, es propaganda imperialista. ¿Serían, en su opinión, los más de 900 testimonios encontrados en la Corte Penal Internacional, denunciando a Maduro y su cadena de mando por crímenes de lesa humanidad, una narrativa para destruir la revolución bolivariana?

Recientemente, el Presidente Lula comparó el Holocausto nazi con las acciones de Israel en Gaza. Una declaración de ofensa sin igual a la memoria del pueblo judío, pero, sobre todo, en defensa de Hamás. Si analizamos este y otros discursos de Lula sobre el conflicto en Gaza, podemos fácilmente concluir que “condena las acciones violentas de Hamás”, pero, sobre todo, condena al Estado de Israel por enfrentar y eliminar a los terroristas. Su posición es tan clara que Hamás fue explícito en sus felicitaciones a Lula por esta postura.
Vale señalar que Celso Amorín, uno de los principales asesores de política exterior de Lula, escribió el prefacio del libro “Engaging the World: The Construction of Hamas’s Foreign Policy” (2023), escrito por Daud Abdullah. En el prefacio, ensalza la dimensión internacional de Hamás y cree que pueden desempeñar un papel muy importante en lo que ella llama “la restauración de los derechos palestinos”.

La ONG israelí The Center for Near East Policy Research, dirigida por David Bedein, lleva décadas de trabajo denunciando la forma en que Hamas opera en Gaza, subyugando a los palestinos y violando sus derechos humanos. Estas acusaciones demostraron el papel que desempeñó la UNRWA en la financiación y el apoyo logístico a Hamás a este respecto. Pero a pesar de todo esto y muchas otras pruebas, los revolucionarios justificarán a Hamás.

Costa, Lula y Amorín en Brasil, así como Maduro en Venezuela, coinciden en que Hamás no es una entidad terrorista, sino un movimiento que lucha por los derechos de los palestinos, de la misma manera que el chavismo dice luchar por el pueblo venezolano y el PT para el pueblo brasileño.

Estos admiradores de Hajj Amin Al Husseini, el padre del movimiento palestino, admirador de Hitler, seguirán justificando el terrorismo como un método de lucha válido para ellos, sin llamarlo terrorismo. En el caso de Costa, no tiene nada que perder, su papel es hacer cada vez más grande la Ventana Overton en Brasil y, así, ayudar a que el autoritarismo siga normalizándose en el país.

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