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15 October 2020
Las inundaciones en el fraccionamiento obligaron a algunos a dejar sus casas

Ayesha Madin Sáez y Elmer Rodríguez García son dos vecinos que viven en distintas zonas del Fraccionamiento Las Américas y cuyas vidas son muy diferentes, pero ambos tienen un punto en común: debieron abandonar sus casas porque estaban inhabitables tras el paso del huracán Delta.

“Tristeza, impotencia y angustia, esos son mis sentimientos. Impotencia porque quisiera resolver esto y no hay una respuesta inmediata; tristeza por no poder estar en mi casa, somos muchos y estamos causando molestias en casa de mi hermana, además de la presión y angustia que siento por tratar de resolver esta situación porque no es una vida normal; ya no estábamos viviendo una vida normal con la pandemia y ahora peor”, expresa Ayesha, quien es originaria de Villahermosa, Tabasco, y pese a que compró la casa en 2012, recién comenzó a habitarla en mayo de este año.

Agrega que sus hijos están perdiendo clases, “porque sólo salimos con lo básico y ya no pude traer sus mochilas; cuando me fui el agua ya me llegaba a la rodilla”.

Elmer, quien es abogado y conferencista, cuenta que logró evitar que el agua entrara a su domicilio de una planta, porque levantó una barricada con bloques y bolsas de plástico y tabicó las puertas, “pero entró agua por la sifa y tuve que acarrear aguas negras”.

Afirma que el agua le llegaba a la rodilla afuera de su casa, “y tuve que hacer mis necesidades en una cubeta con una bolsa de nailon y después arrojarla en el bote de basura, porque no podía usar el baño”.

“Estaba estresadísimo, así que decidí irme a casa de mi madre, literal fue un rescate porque vino un amigo ingeniero a buscarme en una camioneta de construcción para poder sacarme. Salí porque no había corriente, entonces no corría el riesgo de quedarme electrocutado”, recuerda el abogado yucateco.

Los daños

Ayesha comenta que tuvo tiempo de subir algunos muebles y el refri, “pero con los vehículos que se meten a la calle y el oleaje, no sé si la estabilidad y la altura serán suficientes para que no se hayan caído o les haya llegado el agua”.

Agradece el tener a su hermana, quien también reside en Las Américas pero en una zona donde el agua no entró a la vivienda, “si no, estaría con mis hijos en un refugio”.

Dice que al día de hoy el agua no ha bajado en su calle, vive en la 51 A por 112, y que dentro de su casa no sólo hay agua sino también heces fecales.

Elmer platica que ya consiguió unas botas para llegar hasta su casa y ver cómo está la situación porque todavía hay 45 centímetros de agua en su calle.

“Voy a abrir la puerta de mi casa y no voy a tener sala, comedor, cama, televisión por la humedad que debe de haber en la propiedad; las alacenas que son de material prensado deben estar explotadas por la humedad, entonces tienes que gastar 150 mil o 200 mil pesos para poder dejar tu casa como estaba con el peligro de que si vuelve a caer el sábado la lluvia más daños voy a tener y todavía no acaba octubre; pueden todavía formarse ciclones o un huracán y aunque en diciembre deje de llover, en junio del próximo año volverán a empezar las lluvias, entonces, ¿qué va a pasar?”, se pregunta.

La elección

Las razones para elegir Las Américas también fueron diferentes para Ayesha y Elmer.

“Compramos en Las Américas por la tranquilidad del Estado, para vivir seguros; porque es una oportunidad para que nuestros hijos crezcan y se desarrollen en un ambiente cultural y educativo, que les permita desenvolverse de una mejor manera”, recuerda Ayesha, quien hace pasteles en su casa para ayudar a la economía familiar.

A Elmer le gustó Las Américas por estar ya afuera de Periférico, “con la proyección de que la carretera a Progreso se iba a llenar de fraccionamientos, y con la intención de vivir la casa unos 10 años y darla en renta para mudarme a otro sitio. También la compré por precio, accesibilidad y la zona; varias situaciones se conjugaron para que decidiera vivir aquí en Las Américas”.

Otro punto de coincidencia entre estos vecinos es que ambos compraron sus viviendas a través de créditos y aún continúan pagándolas.

Elmer la adquirió a través del Infonavit y el banco, y paga actualmente unos 6 mil 500 pesos entre los dos créditos, por un inmueble que hace cuatro años le costó 750 mil pesos.

El abogado, de 35 años, dice que afortunadamente no tiene problemas económicos, pero que trabaja de lunes a lunes y no tiene horarios.

“Nosotros compramos la casa en 2012 a través de un crédito del Infonavit; a mi esposo le descontaban 7 mil pesos porque sus ingresos eran buenos, pero se quedó sin trabajo y nunca dejaron de descontarle; luego consiguió trabajo en un empleo no tan redituable, de dónde salía para la comida diaria y le seguían descontando unas cantidades tremendas”, cuenta Ayesha.

Manifiesta que su esposo José Octavio intentó que le refinanciaran la deuda, pero que en Infonavit le dijeron que durante siete meses debía seguir pagando esa cantidad. Ahora abonan unos mil pesos por mes, sin embargo Ayesha precisa que igualmente les significa un esfuerzo al tener una familia numerosa, “de alimentos solamente gastamos como mil 500 pesos en despensa por semana”.

(La Jornada Maya)

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