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13 September 2022

Al Fondo Monetario Internacional (FMI) le ha salido un digno rival: China. El país asiático lleva años concediendo en secreto "préstamos de emergencia" millonarios a naciones al borde de una crisis financiera. En total, se calcula que en los últimos años ha otorgado 30.000 millones de créditos a 165 regiones con rentas baja y media, a través de más de 300 instituciones gubernamentales y entidades estatales chinas.

 

En teoría, el objetivo de estos préstamos es que las naciones receptoras puedan seguir pagando su deuda externa mientras mantienen las compras de importaciones, todo ello sin tener que cumplir las recetas austeras del FMI. En la práctica, permite a China ampliar su influencia a nivel mundial -mediante el acceso a los gobiernos ricos en materias primas, con grandes mercados o puertos marítimos estratégicos- al tiempo que reduce las opciones estratégicas de las potencias rivales, EEUU y Occidente.

 

A diferencia del organismo liderado por Kristalina Gueorguieva, Pekín no exige a sus prestatarios una reestructuración de la deuda o el restablecimiento de la disciplina económica a cambio del dinero. En su lugar, China suele imponer un margen un 3% superior a los costes de financiación de referencia. Otra cuestión en la que no coincide con el FMI es en la transparencia. Mientras que los detalles de los préstamos de la entidad son de acceso público, las instituciones financieras chinas apenas comparten nada sobre los créditos que conceden, según los registros de AidData.

Por otro lado, estos préstamos se distinguen de los que China lleva concediendo desde 2013, en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en que no van destinados exclusivamente al desarrollo de infraestructuras, aunque en muchos casos se utiliza para evitar el impago de los otros. Con este programa de 838.000 millones de dólares, el país asiático se convirtió en el mayor financiador de obras públicas del mundo, por delante del Banco Mundial.

El problema de los préstamos de rescate de China es que suponen un peligro para los países deudores, ya que pueden prolongar y agravar su situación en lugar de ayudarles a salir de la crisis, según señalan los expertos consultados por el Financial Times. Ejemplo de ello es Sri Lanka, un país que, sumido en una devastadora crisis económica, decidió recurrir a Pekín para evitar las reformas exigidas por el FMI, pero finalmente se ha visto obligado a llegar a un acuerdo con la entidad para acceder a un rescate de 2.900 millones de dólares.

Entre los países que han recibido dinero de China en forma de préstamos de rescate han sido Kenia, Venezuela, Ecuador, Angola, Laos, Surinam, Bielorrusia, Egipto, Mongolia, Ucrania, Pakistán, Argentina y el ya mencionado Sri Lanka. Estos tres últimos han aceptado 32.830 millones de dólares desde 2017.

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