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02 March 2021

Los ventiladores mecánicos se han considerado durante mucho tiempo una solución de último recurso para el tratamiento de pacientes con enfermedades respiratorias. El porcentaje exacto varía, pero los estudios son unánimes al concluir que la gran mayoría de las personas que se ponen en un ventilador mecánico nunca logran salir de él. En el tratamiento de enfermedades respiratorias, la maniobra altamente invasiva y de alto riesgo que es la ventilación mecánica suele ir precedida de medidas menos invasivas, como máquinas de presión positiva en las vías respiratorias como dispositivos CPAP o BiPAP, o simples cánulas nasales de suministro de oxígeno. Pero cuando llegó el COVID-19, la guía científica establecida desde hace mucho tiempo sobre la atención adecuada al paciente quedo olvidada, junto con otras normas establecidas.

Cuando la pandemia de COVID-19 alcanzó su punto máximo, los médicos en Italia, España y la ciudad de Nueva York en particular se apresuraron a la ventilación mecánica temprana y con frecuencia, por laa amenaza de transmisión basada en el miedo y un “consenso de expertos” que se originó en China y fue transmitido a lo largo y ancho del mundo por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A principios de marzo, cuando COVID-19 hacía estragos en Europa occidental y haciendo sonar las alarmas en los Estados Unidos, la OMS envió documentos de orientación para el personal sanitario sobre COVID-19 . Citando la experiencia “basada en el conocimiento actual de la situación en China”, la OMS recomendó ventiladores mecánicos como una intervención temprana para el tratamiento de pacientes con COVID-19. La guía recomendó escalar rápidamente, si no inmediatamente, a la ventilación mecánica. Al hacerlo, citaron la guía presentada por las revistas médicas chinas , que publicaron artículos en enero y febrero en los que se afirmaba que el “consenso de expertos chinos” pedía la “ventilación mecánica invasiva” como la “primera opción” para las personas con dificultad respiratoria de moderada a grave.

La OMS justificó aún más este enfoque al afirmar que las máquinas de presión de aire positiva menos invasivas podrían provocar la propagación de aerosoles, lo que podría infectar a los trabajadores de la salud con el virus.

(Tierra Pura)

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