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05 May 2020

 El coronavirus sigue con su fiebre de contagios. La ciencia trabaja en busca de una o varias vacunas, incluso de medicamentos que permitan curar a los infectados. Pero la incertidumbre sigue tanto en los medios como en las redes sociales, sin que nadie pueda predecir hasta cuándo continuará la expansión del mal.

Cada día aparecen noticias sobre nuevas vacunas. Que, si unas que se trabajan en China, en algún laboratorio en Wuhan, la ciudad desde donde el COVID-19 se disparó al mundo. Que, si ya pasó las pruebas en roedores y monos, e iniciaron los primeros ensayos en humanos.

Todo eso acompañado de muchas interrogantes, porque si ya se ensaya en humanos no debe demorar mucho en poder aplicarse, en caso de probarse que no sea tóxica o alguna de esas otras cuestiones que solo los científicos conocen. Pero siempre, después de esas palabras, aparece alguien para echar por tierra todos los sueños de mejora.

Luego otro habla de los británicos, de dos proyectos en sendas universidades londinenses, también en pruebas avanzadas. Y entonces algún medio advierte que ninguna vacuna anterior se desarrolló en menos de un año y medio. Y para que ese año y medio pase aún faltan muchos meses.

Al final, se trabaja en casi un centenar de vacunas en naciones muy disímiles, en una carrera desenfrenada por llegar primero, para cortar de una vez la pandemia.

La teoría del rebaño inmune

En un mundo donde las noticias corren a la velocidad de la luz por las facilidades que ofrece el internet, cualquier versión sobre el coronavirus pasa por millones de lectores en unos minutos, y entonces cada uno de ellos saca sus propias conclusiones.

Un supuesto —o verdadero— especialista inundó las redes hace unas semanas con la teoría del rebaño inmune y advirtió que la pandemia solo se controlaría cuando el virus se encontrara con un rebaño inmune. Y adujo que el rebaño solo se inmuniza de dos formas: cuando la inmensa mayoría de las personas se enfermen, o cuando aparezca una vacuna que lo haga artificialmente.

Esa teoría es absolutamente creíble pero no muy optimista para los tiempos que corren, sobre todo para aquellos que han perdido el trabajo, se ven recluidos —a los a veces reducidos espacios de sus modestas casas—, y ven como la fuente de sustento escasea cada vez más.

Esas personas necesitan de un mensaje más optimista, o por lo menos más claro, porque sería tremendo aguardar a que el 60% de la humanidad contraiga el virus para esperar a que el mismo comience su desaparición casi forzada.

Una luz, aunque...

El 3 de mayo, algún medio acreditado en Moscú hizo pública una entrevista con el considerado más reputado de los neumólogos rusos, Alexander Chuchalin, que se puede encontrar en el sitio web del diario El Comercio.

Según el medio, Chuchalin asesora la célula de crisis del gobierno del presidente Vladímir Putin contra el coronavirus y es una voz muy autorizada para hablar sobre el COVID-19 y el tiempo que lo tendremos por acá.

El científico deja claro, en primera instancia, que el coronavirus se encuentra en los animales, de donde pasó al ser humano y argumentó que no es la primera vez que esto sucede, en referencia al SARS de 2002 en China o al MERS en el Oriente Próximo en 2012.

Para Chuchalin el COVID-19 es fruto de la evolución de un virus similar a los mencionados, con genomas distintos, y recordó que todos los coronavirus causan infecciones virales muy comunes, que todos padecemos algunas veces en la vida. Entre esas infecciones los llamados resfriados, habituales en los niños, incluso varias veces al año.

El neumólogo ruso aclara que del SARS-CoV-2 se saben muchas cosas, entre ellas el peso molecular, su estructura, sus ancestros genéticos, los lugares donde se produjeron las mutaciones, incluso la forma en la que penetra en el cuerpo humano: a través de las células del epitelio de las vías respiratorias de la nariz, la boca, incluso reafirmó que puede hacerlo a través de los ojos.

La predicción de Chuchalin

Lo mejor de todo lo que dijo el destacado especialista, al menos para los más optimistas o para los más necesitados de que la pandemia quede atrás, fue su vaticinio sobre la duración de la misma y la fecha en la cual debe comenzar su desaparición acelerada

"Si recordamos lo que pasó en 2002, la epidemia duró tres meses y medio. En 2012 fue casi cuatro meses. Es decir, la actual pandemia debería extenderse entre tres meses y medio hasta cuatro meses. Esto empezó a mediados de febrero así que hacía junio tendremos que ver una normalización. Para entonces tendremos lo que se llama inmunidad colectiva o de grupo", dijo, siempre citado por El Comercio.

Para algunos el especialista es demasiado optimista, pero sus razones tendrá para sus consideraciones, dirán otros.

Por otra parte, sus predicciones distan de las de otros en referencia a un regreso de la enfermedad, con picos en algunos momentos determinados hasta 2022, incluso. Para Chuchalin, una situación similar solo volverá a producirse en alrededor de una década, tal como ha venido pasando hasta ahora, aunque considera que es la ciencia la que debe determinar cosas aún sobre este tema.

(Sputnik)

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